domingo, 31 de agosto de 2008

Cronología de un cruce



Un vaso de vodka me escolta en la mesa. Llevo cerca de una hora, anclado acá. Elijo apartarme un instante de la fiesta.

Suenan canciones que alguna vez escuche por radio y desestime por completo. Seguro. Me he llevado mal siempre con la industria cultural, lo reconozco como algo negativo. Debo intentar acercarme al malestar en la cultura. En cuentagotas al menos.

Enciendo un cigarrillo. Es el último que me queda y lo intento inmortalizar con pitadas efímeras. No lo logro y mi propósito se derrumba en minutos.

Bostezo.

Mi mirada se concentra en mi vaso y tomo de a sorbos mi vodka.

Vuelvo a bostezar.

Una chica se acerca y me pregunta si puede sentarse junto a mí, le digo que sí, y se ubica en una de las cuatro sillas que hay en la mesa.

Se sirve un poco de cerveza de unas las botellas y la bebe con rapidez.

Nos presentamos. Me dice su nombre y le digo el mío. Su nombre me resulta bellísimo. Me gusta decir literario, en estos casos.

Hablamos un rato largo, y los temas son variados : sus estudios, los míos, el trabajo, los hobbies, las lecturas frecuentes, las películas últimas, las vacaciones pasadas, el gobierno, Irak, los amigos, las drogas, la religión…

Nos introducimos en la atmósfera de las definiciones.

Las miradas que bajan y suben y los silencios incómodos como dice el personaje de Uma Thurman en Pulp Fiction( ¿recuerdan el diálogo con Travolta en el bar?)

Los rituales y gestos propios de la antesala del beso. El rostro de ella me invita a la acción.

La beso suavemente y en segundos estamos intercambiando nuestras lenguas. Vaciando la saliva, como si las propias vidas fueran a interrumpirse ahí mismo.

Los dos queremos retirarnos del lugar, ninguno quiere proponerlo.

Las palabras y las frases se vuelven intrascendentes, transitamos por el plano de lo ordinario.

Salimos.

Nuestro recorrido desemboca en su departamento.

Entramos.

Ella se dirige hasta la mesa del living y me pregunta si quiero cocaína, le digo que no. Nunca pasé de la marihuana, le comento.

Ella aspira un poco de cocaína y da un grito pre orgásmico.

Me acerco y vamos hasta su dormitorio.

En su habitación hay un desorden equilibrado: papeles, ropas, libros y botellas de agua simulando una orgía ajena.

Nos desnudamos con ensayada simultaneidad.

La escena ya se desviste sola. Reina la afonía mientras cogemos.

Todo es puro presente y lo sabemos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cada día escribis mejor.
Dele para adelante nomás.
un abrazo
mariela