Una cita del
escritor francés Michel Houellebecq en la que afirma que “todo es kitsch” antes
que un epígrafe podría ser un epitafio para un libro de poesía. Sin
embargo, Imágenes afganas, de Emanuel Gatto, se apropia de esa
sentencia demasiado elocuente y la transforma en una serie de cuadros que
componen una especie de naturaleza muerta ultracontemporánea.
Ya en el título
del libro se aprecia el efecto de extrema condensación cultural que en
Gatto es a la vez un rasgo de estilo y una contraseña generacional en clave
satírica. “Imágenes afganas” remite, por un lado, a la canción de Virus Imágenes paganas, y por otro, a
Afganistán, escenario de la última gran guerra en la que intervino Estados
Unidos y en cuyas razones de Estado se mezclaban una ideología económica y una
religión a las que sería difícil calificar de paganas sin insultar el
paganismo.
Poema tras poema
(casi todos titulados con una sola palabra), esas imágenes van formando un
compendio delirante, una enciclopedia desordenada de alusiones literarias,
filosóficas, históricas, televisivas, políticas, tecnológicas,
cinematográficas, musicales. El efecto es una saturación del sentido, un
amontonamiento, un correlato poético de la demasiada información en la que
trascurre la vida en una ciudad actual (Córdoba, en este caso) y donde incluso
el presente es un anacronismo:
“California dreamin/ balbucea en mi azotea/ a tres milagros/ de una
paloma hebrea// la basura acumulada/ insiste con canciones baratas/ de
Parchis”.
¿Qué lugar hay
para la primera persona, el yo del poema, en medio de ese caos de
estimulaciones? Más allá de los datos biográficos, reales o ficticios, que se insinúan en varios versos, lo que queda en
el texto son como las huellas de una identidad posible, siempre provisoria, y
que en “Caras” se manifiesta en una enumeración que tiene algo de contabilidad
personal: “Soy:/ la tarde en el museo,/ el pescador,/ el cineasta maldito,/ el
muerto,/ el guerrillero romántico,/ mis relatos inconclusos,/ las sábanas
arrojadas a los fantasmas”.
En términos
estéticos y en consonancia con el epígrafe de Houellebecq, hay en Imágenes afganas una obvia voluntad de
evitar cualquier rasgo poético convencional, lo que conecta subterráneamente a
Gatto con una larga tradición de antipoesía cuyo mayor exponente fue Nicanor
Parra. Versos como “soñar la patria grande latinoamericana/ desde el primer
asiento de A6” o “paga el sindicato de arqueros exiliados/ por la llegada de
Platón al poder” contienen en su fórmula un componente corrosivo útil para
despegar las calcomanías mejor adheridas a nuestros hábitos de lectura.
Carlos Schilling. publicado en el suplemento Ciudad X de la Voz del Interior.
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