viernes, 22 de febrero de 2013


Naturaleza muerta

Una cita del escritor francés Michel Houellebecq en la que afirma que “todo es kitsch” antes que un epígrafe podría ser un epitafio para un libro de poesía.  Sin embargo, Imágenes afganas, de Emanuel Gatto, se apropia de esa sentencia demasiado elocuente y la transforma en una serie de cuadros que componen una especie de naturaleza muerta ultracontemporánea.
Ya en el título del libro se aprecia el efecto de extrema  condensación cultural que en Gatto es a la vez un rasgo de estilo y una contraseña generacional en clave satírica. “Imágenes afganas” remite, por un lado, a la canción de Virus Imágenes paganas, y por otro, a Afganistán, escenario de la última gran guerra en la que intervino Estados Unidos y en cuyas razones de Estado se mezclaban una ideología económica y una religión a las que sería difícil calificar de paganas sin insultar el paganismo.
Poema tras poema (casi todos titulados con una sola palabra), esas imágenes van formando un compendio delirante, una enciclopedia desordenada de alusiones literarias, filosóficas, históricas, televisivas, políticas, tecnológicas, cinematográficas, musicales. El efecto es una saturación del sentido, un amontonamiento, un correlato poético de la demasiada información en la que trascurre la vida en una ciudad actual (Córdoba, en este caso) y donde incluso el presente es un anacronismo:  “California dreamin/ balbucea en mi azotea/ a tres milagros/ de una paloma hebrea// la basura acumulada/ insiste con canciones baratas/ de Parchis”.
¿Qué lugar hay para la primera persona, el yo del poema, en medio de ese caos de estimulaciones? Más allá de los datos biográficos, reales o ficticios, que  se insinúan en varios versos, lo que queda en el texto son como las huellas de una identidad posible, siempre provisoria, y que en “Caras” se manifiesta en una enumeración que tiene algo de contabilidad personal: “Soy:/ la tarde en el museo,/ el pescador,/ el cineasta maldito,/ el muerto,/ el guerrillero romántico,/ mis relatos inconclusos,/ las sábanas arrojadas a los fantasmas”.
En términos estéticos y en consonancia con el epígrafe de Houellebecq, hay en Imágenes afganas una obvia voluntad de evitar cualquier rasgo poético convencional, lo que conecta subterráneamente a Gatto con una larga tradición de antipoesía cuyo mayor exponente fue Nicanor Parra. Versos como “soñar la patria grande latinoamericana/ desde el primer asiento de A6” o “paga el sindicato de arqueros exiliados/ por la llegada de Platón al poder” contienen en su fórmula un componente corrosivo útil para despegar las calcomanías mejor adheridas a nuestros hábitos de lectura.

Carlos Schilling. publicado en el suplemento Ciudad X de la Voz del Interior.
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